Por: Macarena Corlazzoli

Para Mundo de Mamá

 

Desde inicios del año, en casa decidimos dividir mejor el tiempo ya que la odisea diaria del tráfico de casa hacia la oficina no nos permitía ver tanto a nuestros hijos.  La mitología de muchos amigos es la misma: “llegar temprano y salir lo más temprano posible o llegar un poco más tarde y llegar más tarde a casa cuando la hora pico de trafico nocturno haya pasado”.  Durante casi tres años lo hicimos así en casa, pero siempre nos quedábamos con la sensación de perdernos la última hora de los pequeños o no verlos hasta el final del día y por unos minutos.  Y siempre está la sensación de no tener tiempo suficiente para uno mismo y hacer otras actividades (ejercicio o leer un buen libro).

Afortunadamente ahora trabajo desde casa, pero mi esposo era el que menos veía y aprovechaba de las locuras de los niños.  Sin embargo, a partir de enero entre los dos, decidimos que tres veces a la semana él iba a salir antes que se despertaran los niños para ir a hacer ejercicio, llegar temprano a la oficina y regresaría más temprano para poder estar con ellos por lo menos dos horas antes de acostarlos a dormir.  Y dos veces a la semana, saldría más tarde para poder aprovechar la primera hora cuando todavía se van a la cama a tomar leche y estirarse antes de empezar el trajín del día y cuando el día lo permite viene a almorzar para verlos antes de la siesta.

No todos los días han sido fáciles, siempre han habido cambios por una reunión a primera hora, pero siento que tiene más energía para la familia y para su trabajo y que sigue igual de productivo.

Coincidentemente, después de esta nueva rutina, leí un articulo en el New York Times en donde un investigador de la Universidad de Harvard estudió las entidades profesionales entre los hombres.  Un gran grupo de hombres que investigó se apegaba a la ideología tradicional, la que requiere que una pareja, es decir la esposa, se haga cargo del hogar.  Un grupo menos numeroso buscaba cambiar la trayectoria profesional para alinear sus vidas y valores.  Y de forma interesante, detectó una tercera categoría de hombres, exitosos en término de evaluación de desempeño y remuneración, pero que laboraban menos horas y no estaban disponibles profesionalmente en las noches, fines de semanas ni vacaciones.  Estos hombres elegían inteligentemente los proyectos y los clientes que les darían mayor flexibilidad y rodearse de colegas con ideas afines dispuestos a apoyarse mutuamente.

Nuestras prácticas y cultura laboral datan de la época de las familias con un proveedor único, viviendo cerca de la oficina y menos dispuestos a ayudar en los quehaceres de la familia y casa; y se espera que los trabajadores modernos las acepten como si fueran inevitables.  Tal vez haya llegado el momento de revisar esas expectativas y distribuir o dividir mejor el tiempo.

 

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