Por: Lorena Carrillo de Bianchi
Para Mundo de Mamá
La depresión postparto nunca fue mi preocupación hasta que en agosto del 2008 nacía de emergencia mi primera hija, de apenas 28 semanas de gestación y pesando 2 libras y 4 onzas. Por complicaciones del embarazo en cuestión de 24 horas estaba siendo internada en el hospital y recibiendo la noticia de que mi hija nacería prematuramente. En aquel momento creo que todo lo que pasó por mi mente fue: “Ok,será pequeñita, pero que alegría conocerla antes de tiempo”… qué ingenua! Lo que mi esposo y yo no sabíamos, era que nos esperaba un largo camino en el hospital ya que debía pasar el resto de lo que hacía falta del embarazo en el intensivo para neonatos. No era simplemente estar dentro de una incubadora, para nada! Era estar conectada a muchas máquinas que monitoreaban desde su corazón y respiración, hasta la cantidad de alimento que recibía por minuto. Hubo muchísimas complicaciones que tuvo que afrontar con su cuerpecito que apenas estaba formado… infecciones, la posibilidad de quedarse ciega, pulmones colapsados, bradicardias, etc. Incluso recuerdo que después que salió del hospital, uno de los doctores que la atendió me dijo que mi hija era un milagro, ya que él mismo había tenido que revivirla varias veces y arrebatársela de las manos a la muerte.
A mi esposo y a mí, nunca nos cupo la duda de que nuestra hija era un milagro. Durante toda su estadía en el hospital fuimos la viva imagen de la Fe, del positivismo, la aceptación a la voluntad de Dios. No hubo un momento de quebranto. Alentamos a nuestra hija a que luchara y saliera adelante pero sabíamos, y aún lo tenemos claro, que los hijos son prestados; que Dios podría tomarla de vuelta y que debíamos aceptarlo… esa Fe, que sobrepasa todo entendimiento, fue lo que nos ayudó a llevar esos momentos con tanta cordura y paz y lo que finalmente le dio el triunfo a nuestra hija, quien hoy es una niña de 3 años y medio, completamente sana y feliz!
Sin embargo, lo que no sabíamos, era que bajo todo ese estrés, preocupación, tormento, etc. mi cuerpo me pasaría una factura muy alta, que no ví venir y me tomó completamente por sorpresa: una depresión postparto.
Cuando finalmente recibimos a nuestra bebé en casa, respiramos parcialmente aliviados, pidiéndole a Dios que todo caminara bien y de hecho, así fue. Nuestra hija fue una niña “by the book”, como que hubiera venido con un manual de instrucciones. Creo que no la escuché realmente llorar hasta que tuvo aproximadamente 9 meses. Yo no entendía por qué a mi me inundaban sentimientos de inmensa tristeza, no tenía ánimos de atenderla, sentía muchísima dificultad para establecer vínculos afectivos. Claro, esto no sucedía todo el tiempo y al principio pensé que era una especie de “baby blues” por la llegada del nuevo bebé, pero, cuando las semanas pasaban y yo tenía estos episodios cada vez más seguidos y con mayor intensidad, empece a sospechar que se trataba de una especie de depresión.
Ya había escuchado antes que algunas mamás habían padecido de depresión postparto, luego de tener a un hijo enfermo, o de larga estadía en el hospital o con alguna necesidad especial, pero en mi cabeza no lograba cuadrarme la idea de que a mí pudiera estarme sucediendo algo así. Mi relación con mi esposo también se vio sumamente afectada, ya que él no entendía por qué yo me sentía mal si nuestra bebé ya estaba fuera de peligro. Me siento muy mal por él, ya que no puedo imaginarme lo que pudo pasar por su mente o el mal rato que le provoqué, sin culpa alguna, sin saber qué hacer o cómo ayudarme. Claro, ni yo sabía qué me estaba pasando ni cómo componerlo y aunque él me lo sugirió un par de veces, yo me rehusé a buscar ayuda profesional. Soy así en esas cosas, demasiado auto suficiente para mi propio bien y yo estaba convencida que yo iba a poder salir de esto “sola”. No puedo explicarles la cantidad de veces que cuestioné mi capacidad como madre, la sensación de fracaso que me inundaba. No sentir ánimos de atender a mi hija, me destruía. En realidad no sentía ánimos para hacer nada, dejé de querer levantarme de la cama y me despreocupaba mi arreglo personal.
Llegó el día en donde observaba a mi bebé jugar y sentí que ese amor por ella me inundaba, recordé que había sido una hija muy deseada y que Dios me había regalado un milagro… mantenerla con vida y aquí estaba yo, sintiéndome miserable y desdichada… pues en ese momento dispuse que yo no iba a dejarme vencer por esto, que aunque las hormonas me estaban volviendo loca, yo quería estar bien, y aunque no fue fácil, me puse a la tarea de buscarle solución. Busqué a Dios en maneras que antes no había hecho, ya que necesitaba un encuentro con Él mucho más profundo. Me desmoroné pedazo por pedazo hasta encontrar dentro de mí esa semilla podrida que estaba echando raíces y amenazaba con quitarme todo lo maravilloso que tenía en mi vida. Esa semilla que sacaba todo lo feo que hay en mí, que lo ponía expuesto a la luz del día y para que todos lo vieran. Esa semilla que provocó una crisis a mi matrimonio! Es sumamente duro saber que le he mostrado a mi esposo esa terrible persona que vivía dentro de mí en ese momento. Jamás hubiera querido que me viera quebrada de esa manera, llorando sin razón aparente y sin explicación alguna. Tal vez cuestionando mi capacidad como madre…y lamento tanto haberlo hecho cuestionarse su capacidad para hacerme feliz, porque mi esposo nunca fue el problema y doy tantas gracias a Dios por su apoyo, porque sin él, yo no hubiera podido recuperarme. Fue un trabajo espiritual, mental y emocional muy duro, largo y con muchos deslices, maldije a mis hormonas incontables veces, pero un año después mis crisis fueron cada vez más espaciadas y se presentaron con menos intensidad hasta que supe que estaba bien, que era yo nuevamente.
Por supuesto, que mi método de afrontar mi depresión postparto fue una decisión muy personal, con un profundo conocimiento de mí misma y de lo que soy capaz y una Fe inquebrantable. La ayuda psicológica y psiquiátrica es una herramienta válida para éste padecimiento, sobre todo en sus expresiones de mayor intensidad y en donde las madres sienten deseo de hacerse daño a ellas mismas o a sus bebés, lo cual a mí nunca me sucedió. Yo me sentí capaz de afrontarlo sin ayuda profesional, aunque varias veces sabía que sería más fácil si alguien me ayudaba, pero mi profundo miedo a los antidepresivos me mantuvo en mi posición de hacerlo con la ayuda de Dios.
Como todo, esto me formó como persona, provocó prematuramente que mi matrimonio de 2 años echara raíces y dejara de ser esa plantita que se quiebra con el viento para establecerse ya como un árbol. Me provocó querer darle a mi hija todo ese amor y toda esa dedicación que estaba escondida y miedosa de salir para convertirse en una de las más lindas relaciones que cualquier mujer puede conocer. Aumentó y fortaleció mi Fe, porque sé que decidí tomar el camino largo para mi recuperación: un quebranto de espíritu con una dosis intravenosa de Fe en Dios!
Hoy he perdido el miedo y la pena de hablar al respecto, porque la depresión postparto sigue siendo, como muchas cosas, un tabú en nuestra sociedad. Somos una familia extremadamente feliz, con una hija tremenda de 3 años y una nueva integrante de la familia de 4 meses. Y doy gracias a Dios por ayudarme a encontrar las herramientas para salir adelante, porque sé que no estoy libre de volver a pasar por lo mismo.
Lo que hubiera querido saber en aquel entonces que me hubiera ayudado mucho:
Los síntomas de la depresión posparto incluyen:
•Dificultad para dormir.
• Llanto o tristeza.
• Enojo.
• Pérdida de interés en actividades que antes resultaban agradables.
• Dificultad para concentrarse.
• Cambio en el apetito o hábitos alimenticios.
• Ansiedad y preocupación.
• Mal humor e irritabilidad.
• Dolores de cabeza, estómago, músculos y espalda.
• Sentimientos negativos. Sentirse triste, sin esperanzas y con culpa excesiva.
• Cansancio o fatiga.
Es importante conocer la diferencia entre los cambios emocionales normales durante el postparto y los que indican que necesitas apoyo. No es solamente lo que estás sintiendo lo que puede indicar que algo va mal, sino también la frecuencia, intensidad y duración de esos sentimientos.
La depresión postparto puede afectar a cualquier mujer, ya sea inmediatamente después de dar a luz o meses después. Desafortunadamente, aveces los médicos no se toman demasiado en serio las quejas de una nueva madre y piensan que se trata sólo de cambios hormonales y del ajuste a su nuevo papel.
Nuestra sociedad también hace que sea difícil admitir sentimientos negativos acerca de la maternidad. Esto es especialmente cierto en nuestra cultura en la que puede ser muy difícil de entender para los que nos rodean (y para las propias mamás) que no estemos felices con nuestro bebé.
También existe la noción entre nosotras mismas de que estos sentimientos de tristeza y desesperanza son un problema de “actitud”.
La depresión postparto es un desarreglo químico del cerebro, y tiene solución.