“No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.” y mientras decía esto volteé a ver a mi hija de 6 años, con su rostro iluminado por el reflejo de la pantalla grande, sus ojos grandes y brillantes, sentada a la orilla de la butaca junto a una de sus mejores amigas y completamente abstraída por el diálogo y la película; mientras tanto, yo convertía en realidad uno de esos momentos que siempre soñé cuando ni siquiera era mamá: llevar a mis hijas juntas al cine.
Fuimos a ver el “remake” del libro El Principito, salida por partida doble pues era la primera vez que llevábamos a mi hija pequeña al cine y que mi hija mayor invitaba a una de sus mejores amigas a pasar una tarde de sábado con nuestra familia.
De niña nunca me emocionó leer libros, seguramente en el colegio nunca pasé de la mitad de muchos pero a través de mis hijas he aprendido a leer de nuevo y descubrir la magia de la lectura; desperté tantos sentimientos en mí y El Principito, que hace un tiempo se convirtió en mi libro favorito. Haberlo representado en cine y de una forma bastante apegada al libro original, hizo que muchos niños también despertaran el interés en este clásico que por si no sabían, es el libro de género literario de tipo novela infantil, más veces traducido en el mundo.
“Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!”
La amistad, un valor tan difícil de encontrar, cuidar y conservar. La película gira entorno a una pequeña niña de también 6 años de edad, igual que mi hija mayor, quien descubre a través de su vecino el verdadero sentido de permanecer con alma de niños y mantenernos lo más distante posible a la vida monótonamente rutinaria y despierta la empatía junto a la capacidad de asombro en nuestra vida. Tanto qué reflexionar, tanto que hasta a mi hija de 6 años la hizo llorar un par de veces y cuestionarse acerca del vacío existencial que una persona te deja cuando se va, cuando tienes un mejor amigo, cuando inviertes tu tiempo en las personas o los momentos y no en las cosas.
Tantas lecciones dentro de un libro tan pequeño: la verdadera amistad, la calidad de tiempo, las relaciones, la vanidad, la empatía, la nobleza… Un libro inspirado en nuestro terruño: Guatemala. Cuentan que cuando lo creó su autor -el escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry (1900–1944)-, fue inspirado aquí en nuestra patria, que él iba rumbo a la tierra de su prometida en El Salvador, y que tuvo que hacer una parada por Guatemala porque su avión venía fallando, al aterrizar tuvo un accidente que lo llevó a convalecer en Antigua Guatemala, ciudad que lo inspiró para escribir acerca del Asteroide B612: tres volcanes, uno de ellos inactivo -el de Agua-, árboles que crecen enormemente creando catástrofes -la Ceiba- y su inspiradora rosa, como las que se cultivan en nuestra tierra fría de Sacatepéquez. Una serpiente que se traga un mamut, inspirada en el Cerro de Oro de Atitlán.
Un libro enriquecedor, clásico, necesario, indispensable en la cultura general de un niño y la familia, porque la lectura y la fantasía que viene con éstos se hereda por tradición de papás a hijos. Si prefieren el cine, véan la película pero no dejen de conocer un libro que como a mí, puede que les cambie el gusto por la lectura, o incluso la forma de ver o vivir la vida.